Antiguamente no se disponía de tractores, camiones,
autobuses, tanques, trenes… ¿Cómo se hacían las cosas entonces? Pues de una
manera mucho mas difícil y lenta, eso desde luego, pero con un elemento
fundamental, el caballo de tiro.
Usados para todos estos menesteres quien poseía un
caballo de tiro tenia un tesoro y no poca gente se ganaba la vida con el uso de
él, pero no debemos confundir este animal con la otra vertiente mas grácil y
delicada de caballo que es el de silla, un buen equino de trabajo, como se les
conoce, debe tener otras características como son una altura de alzada que puede
variar bastante según la raza, pero generalmente son caballos que tienen una
altura de cruz que va de los 160 cm hasta los 180 cm, las capas también pueden
ser muy variadas y dependen enteramente de la raza.
Pero
no solo basta con ser “grandullón” para entrar en esta denominación, Si bien
los caballos de tiro pueden ser
de varias razas hay ciertas características similares que todos ellos tienen.
Algunas de ellas es su buena musculatura, la cual les brinda fuerza y
velocidad, además de esto, deben ser resistentes, sobre todo si son de tiro
pesado. De igual forma son caballos que poseen un buen esqueleto y además
poseen una poderosa y resistente grupa que les ayuda a realizar los esfuerzos
sin causarles daño. Estos animales además, por lo general, no poseen
extremidades largas y en su lugar las poseen de media o corta longitud. Dentro
de su carácter, son muy tranquilos y dóciles, además de enérgicos.
Sobre
todo en nuestra geografía recordamos las razas comúnmente llamadas Percherones,
estamos hablando del Bretón, Hispano Bretón, Pirenaico Catalán, Shire…
Si
bien existen desde el principio de los tiempos su origen mas especifico es el
siglo XVIII cuando empezaron a definirse como raza. Han formado parte
importante de la historia como por ejemplo transportando a los pesado
caballeros de brillante armadura por las tierras de Europa en las luchas de
película que todos recordamos o en las cruzadas de Oriente Próximo. Han llevado
el grano y el comercio desde la producción hasta el mercado interior o desde la
costa al interior, han labrado kilómetros y kilómetros de campos para ser
sembrados y permitir la supervivencia de sus dueños, de la misma manera que han
trasportado personas desde un confín a otro del planeta tirando por ejemplo
desde el mas humilde carro de labriegos hasta las bellas diligencias en la
conquista del Oeste Americano, en el tiempo de la revolución industrial,
actuando como motores incluso fueron los primeros en ser las “locomotoras” de
los afamados trenes.
Ahora
relegados en los países modernos a un segundo plano debemos honrarlos como
motor del desarrollo humano que han sido, protegiéndolos y disfrutando de ellos
en lo que ahora son paseos por el mero hecho del placer de su compañía.
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